La sobreadaptación

La sobreadaptación: una bomba de tiempo

Los individuos, en los tiempos actuales, se caracterizan por llevar una vida sobreadaptada. Sin embargo, ante el temor, la vergüenza y la culpa  de ser vistos como personas negativas, “pesimistas”, “mala vibra”, resistentes al cambio y otras etiquetas desvalorativas, muchos prefieren asumir una postura de super héroes, cuando en realidad lo que hacen es no contactar con sus emociones y sentimientos.

De esta manera, juegan a la complacencia de los otros, olvidando completamente las necesidades y deseos propios. Su actuación está dirigida a las expectativas de los demás: el objetivo siempre es evitar ser rechazado, abandonado o excluido, por lo tanto reprimen y disocian aquellas emociones o sentimientos genuinos y espontáneos, asumiendo posturas “estoicas, valientes y heroicas”, a costa de un precio impagable. Se muestran ante los otros como personas que manejan adecuadamente los cambios y que saben resignificar, viviendo de ese modo desde la incoherencia.

Entonces, cuando esas personas se encuentran ante situaciones límites, como es vivir actualmente en Venezuela, donde se carece de los bienes y servicios más elementales,  tampoco tienen la capacidad para manifestar su pesar. Así, por ejemplo, al no tener  “una sola gota de agua”, la sugerencia del especialista es que reencuadre el fenómeno; y puede aparecer la irónica frase: “No te bañes, sonríe porque la vida es bella, y nadie se ha muerto por no bañarse”.

Y puede pasar que tampoco cuente con el servicio eléctrico, entonces el acompañamiento brindado, a través de la conversación, será: “Por qué te vas a mortificar, el hombre vivió en la tierra por siglos sin electricidad”, “reinvéntate” y se feliz y además, puedes hacer una lamparita casera”. Puede ser que también se quede  sin gas doméstico, a lo que  el coach que presta el servicio le ofrecerá frases como: “qué puedes hacer, qué otras opciones existen para cocinar, donde está tu puedito, resignifica, la vida es corta”

Al mismo tiempo, la persona se queda sin el servicio de internet, y también se le pide ser resiliente. Simultáneamente, no encuentra los alimentos en los mercados, pero nuevamente el new age, la psicología positiva y el coaching, hacen su aparición, con un ofrecimiento de su milenaria sabiduría: “Piensa en la ganancia de pasar hambre, ya no tendrás sobrepeso. Si te faltan las medicinas, busca lo natural, sin químicos que maltraten el cuerpo. Para qué molestarte; eso te hace daño, pues la sobrecarga de cortisol mata. Si no tienes gasolina ni transporte, camina o patina y con eso haces ejercicio, y sigue reinventándote”.

Todos estos supuestos, así como los de algunas de las llamadas “terapias alternativas”, con contenidos siempre dirigidos a “eliminar malos pensamientos”, o suprimir molestias, descartan el asumir y elaborar situaciones negativas; procuran una configuración en la que sin una verdadera toma de conciencia, se busca eliminar los sinsabores que nos presenta la vida, pretendiendo un aprendizaje para un posterior fortalecimiento de nuestro propio ser.

El sobreadaptado, muy en consonancia con todos estas herramientas o metodologías (si así pudiera llamárseles) no asiste a un profesional en busca del desarrollo de  un proceso terapéutico, sino que va tras un “servicio de curación express”, buscando una rápida readaptación y así proseguir con sus compromisos, sin ulteriores complicaciones, sin experimentar un darse cuenta ni menos realizar un ajuste creativo y un continuo de conciencia. Todo queda en un quiebre que brinda a la par sombras y luces, sin un aprendizaje real y verdadero ni trabajo psicoterapéutico centrado en la sobreadaptación. Tal como propone Jerónimo Carles, un camino más real a largo plazo es que la persona puede empezar a descubrir sus propias necesidades, valores y deseos propios; expresar y manifestar los núcleos de su personalidad más inhibidos, aumentar considerablemente su bienestar interno, desarrollar sus potencialidades, etc.


El metamensaje de la sobreadaptación es que no se debe expresar rabia o disconformidad , porque si lo haces, puedes ser considerado como débil, rechazado y en consecuencia abandonado o simplemente no te querrán, debido a no te rehusas a montar en el autobús del cambio. Esto obliga a que la persona siempre se muestre complaciente y perfecta con los demás, evitando a toda costa el conflicto, para no afectar las relaciones familiares, de pareja, laborales y amistosas.

Estamos así frente a un sobreadaptado, con una voluntad excesiva a toda hora; es la persona que asume responsabilidades que nadie quiere, el más confiado y mejor confidente, el mejor hermano, el mejor amigo, el compañero siempre dispuesto y receptivo, que trata siempre de hacer sentir bien a todos y mantiene una actitud sumisa y dependiente. No obstante, interiormente, esta persona siente irritabilidad, malestar, estrés, frustración, rabia; evita a toda costa el “darse cuenta” y el contactar con las emociones que esto produce y continúa funcionando desde la negación, con todo el daño que acarrea vivir de esta manera incoherente e incongruente, tanto desde el punto de vista emocional como físico.

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